martes, 25 de febrero de 2014

La casa del lobo

Una noche sin más en cualquier barra de bar, el ambiente de siempre, el loco sigue hablando solo masticando los últimos resultados deportivos, dos guardias civiles de servicio y vaso de vino, Rebeca sirviendo detrás de la barra, y Hans, en su sitio, ahogado en su tercer vaso de whisky, que no era el vencido.

-Otro vaso, por favor.
-¿Por qué no te vas a casa? Ya has bebido demasiado.
-No puedo ir a casa, mi casa ahora no es mi casa.
-¿Y cómo es tu casa?
-¿Mi casa? Mi casa es un lugar frío con taburetes de uno coma diez y una barra por la que no restriegan sus sexos mujeres sin sueños, sino que en ella sueñan hombres sin sexo ebrios de soledad. En mi casa a veces me emborracho, caigo en coma en cama y despierto en un lugar desconocido entre puntos y comas. A veces con resaca sigo bebiendo, en mi casa nunca falta alcohol, por suerte mi vaso siempre esta lleno de ganas vacías de perderse buscando el final del laberinto que es conocerse a uno mismo. En mi casa quiero dormir, pero no puedo. Dormir para no pensar en el tiempo que cualquier cárcel es sin mi debilidad particular. Con mi casa viajo, pagando gasolina y llevando por pasaporte su sonrisa. Por mi casa a veces soy lobo enfadado, a veces animal domesticado. Por mi casa paseo algunos lunes a las siete con la esperanza de que el mar me lleve. Me siento en casa en una habitación con techo de madera, paredes blancas y azules y una mujer rubia que desde la pared solo pide silencio. Mi casa es mi casa cuando se llama hogar, y como muy bien me enseñaron, el hogar lo hacen las personas, no las construcciones.
-¿Y a qué esperas entonces?
-A que deje de llover en casa, a no tener que dormir en una cama mojada y a poder leer prensa en vez de propaganda. Espero a que llame a mi puerta y me diga ''bájate del mundo conmigo, hemos llegado a nuestro destino.''

Desde entonces, Hans ha vuelto muchas veces por el bar, no parece el mismo. Parece que ha afilado los colmillos y ha sacado las garras, parece que no se acerca a su destino.

domingo, 2 de febrero de 2014

Días sin ti

Hoy no puedo hablar de ti, puesto que no estoy contigo.
Tampoco puedo hablar de mí
                                             -pues yo soy cuando contigo existo-.
Hoy solamente puedo hablar de los días que como hoy, paso solitario, presa del olvido.

Hay días, algunos días sin nombre ni tiempo, donde el espacio y el entorno que te rodea no está hecho a tu medida, o bien por exceso, o bien por estar apretándote el cuello.
Hay días de beber, de ahogarse en una copa vacía que una vez tras otra no dejas de beber. Éstos días preceden a días de resaca. palidez y ojeras, de vomitar en la cara de cualquier sistema, de no querer ser partícipe de la vida, ridículo juego de mesa.
Hay días de coma en cama, de mañanas pesadas con la carga y el lastre de que tampoco mañana será un día digno de vivir.
Hay días donde el suicidio me parece lo mejor que beberme de una taza.
Hay días donde la esquizofrenia diagnostica a modo de máscara la realidad de lo que soy, el animal que algún día aullará desde mi espalda, que me dominará sacando los afilados colmillos.
Hay días en los que simplemente me inunda la impotencia y la rabia, también los hay en los que te confundo, en los que una distancia minimalista nos separa, y no podemos permitirlo.
Hay días donde pienso que quizá sea de otra raza.
Hay días donde los ojos que querían ser verdes se vuelven más oscuros que nunca para no brillar llorando.
Hay días donde no sé sonreír, quizá porque nunca he sabido.

Hoy no sé que día es, pero estoy seguro de que contigo, ni suicidio ni lágrimas ni olvido.
Aunque lo de beber y tener resaca contigo, lo hacemos cuando quieras.

Ateo del perdón

No quiero pensar, los párpados cerrados transparentan miradas cuyos ojos diluvian sobre unas vestiduras ajadas que camuflan un delito ...