Escríbeme miles de poemas, de esos viejos, de esos
Ilumíname con tu magia, o
No busco estas metas
ni penas, ni tristezas
no busco prisión
ni de humo ni si quiera de cartón.
Y me encuentro en mi taller
que es la memoria
mi templo y mi tortura
y mi cárcel de amargura.
Busco la locura
entre hojas
oscuras
y mi más estricta cordura.
Y siempre a los mismos temas
a los que día a noche
vuelve
este triste creador de problemas.
Por dónde empezar, bueno sí. Querría escribir esto a modo de nota de disculpas, por los daños y los traumas. Por las heridas tan profundas en el alma. Por las caidas y no tantas aupadas. Por haberme dado la mano y haberme encadenado a tus brazos. Quizá también a modo de disculpa, porque no hay forma de que coja ninguna. Más bien de que alguna vez llegue a interpretar mis lagunas. Lagunas hechas de saliva. Y escupir hacia arriba con este escrito, para que me caiga encima y ver como todo se difumina. Como pintar tus bemoles con mis infantiles tizas. De colores, con canicas, con un juego de los que en la vida pillas. Y que sí, que soy más tonto de lo que parece, que ya es decir. O por lo menos, es por lo que siempre me han tomado. Una simple herramienta. Bueno no, simple no, demasiado elegante suena. Una puta herramienta, de las que tomas y dejas. De las que coges cuando te interesa pero de las que al final, atrás se quedan. Y quizá este sea mi último despido. Una triste y sucia nota de suicidio.
Íncale el diente a tu sentimiento, al que hoy por hoy, es tu comida. No dejes de tener hambre y pide siempre más y más. Rózame con tus ganas para que un escalofrío de esperanza me recorra la espalda. Simplemente haz que mis esposas desaparezcan por arte de magia. Que como un león salga de mi jaula, y que llegue a hacer estragos en tu cama. Pero antes, vive un preuludio vampiresco en cada beso, mordiendome en los labios, y por supuesto, en el cuello. Que entre caricia y caricia muestres tu avaricia, tus ganas de ver brillar mi sonrisa. Mi voracidad por ley y religión, mi hambre y ganas de devorarte como reto y ambición. Quiero que llenes los espacios en blanco de mi espalda sin censura. Que con tu lengua dibujes y escribas por mi cuerpo, que hagas de mi un Picasso. Que tus ojos no se callen, que me hablen gozosos de ternura, que a gritos sin querer pidan de mis brazos, ayuda. Ayúdame pues floto en nubes y fantasias que dilatan mis pupilas, pues mi única droga es besarte día a día. No pidas perdon si muerdes, desátate y con fuerza, rásgame. Sácame tus garras, felinas. Clávame tus zarpas, crea heridas. Cúramelas luego, entre whisky y saliva. Entre velas olor a vainilla, entre sábanas que secretos escondían.
No quiero pensar, los párpados cerrados transparentan miradas cuyos ojos diluvian sobre unas vestiduras ajadas que camuflan un delito ...