sábado, 31 de diciembre de 2016

Recordatorio

Mi odiado yo:

He dejado tantas cosas en mi vida, tantas personas que he ido expulsando, a las que he podido desinfectar de un alma corrosiva, de las que han podido salir del aura de infelicidad con el que las rodeo, de mi particular manera de extraer de ellas todos los demonios que niegan, y cuando los escupen y se van, me quedo con esa imagen. Muchas veces he pensado como Deyanira Alarcón, que ninguno de los momentos de mi vida han sido felices, ni si quiera aquellos en los que lo intenté.
Mi vida ha sido, y es, una guerra y una competición constante contra mí mismo, mi sangre ha desbordado tantos lugares que no sé en qué mililitro me perdí. Y en esa guerra el infierno son los otros, me digo; fuck society, les digo, que le jodan al mundo, me dice ella, adaptarse o morir, me dicen ellos.
Nada de lo que ya no esté puedo echar de menos, no lo quiero. Por eso se ha ido, lo he echado o lo he dejado marchar, que más da pues es lo mismo. Al final uno se da cuenta de que todo cuanto importa es quién está a tu lado después de todo, sin importar un calendario, sin importar un ritual, sin importar sombras y muchos errores.
Por eso, a quien se queda, gracias.
A quien se va, buen viaje, me has mejorado la vida.

Hans.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Lxs malditxs

Silencio gritaban mis oídos una noche de estrellas negras y eclipse de corazón mientras los malditos brindan esta noche por la desesperanza y en pos de la distopía que ven cumplida.

Las malditas... aquellas personas sin hogar ni destino,aquellas que viven por y para sí mismos, aquellas que viven la hiperrealidad de forma epidérmica pero cuya sensibilidad traspasa  todos y cada uno de los poros de sus pieles.

Las malditas son las personas con el alma rota y el corazón perdido, con la cordura muerta y la vista cansada, con la vida acabada y con la muerte lejana. Las malditas parecen animales por su aura de tristeza inconsolable cuando cada noche se retuercen en las camas de no dormir para cavilar y cuestionarse cada decisión no tomada, cada camino no escogido, cada palabra silenciada, cada mirada ciega, cada grito mudo, cada uno de los gestos que les llevan a cumplir su sino, y el terrible sino de toda vida, despertarse. Despertarse del sueño que todas tienen, despertarse de la ilusión de convertirse en una persona.

Las malditas son las personas sufridas y sufridoras, los castigados que se levantan y se lamen cada mañana las cicatrices que les dejaron sus teóricos aliados. Las cicatrices de vivir muriendo sin querer seguir matando, esas cicatrices de piel marcada, de hambre enmascarada de deseo, de deseo camuflado de ansia, de ansia de frenar la nausea de ver cómo es realmente todo, de todo cuanto nunca será vivido, de lo que de vivido tiene un halo de anhedonia de puta realidad sentenciada.

Las malditas son las personas de la indefensión aprendida en la modernidad líquida, las artistas que pintan obras cantando versos que aspiran a poesía y cuyo romanticismo no puede ser otra cosa más que una brisa de polvo en el viento con aroma a despedida.

Joder qué triste. Joder, la vida.

Los malditos están marcados, están dañados y están heridos; los malditos no lloran, y si lo hacen es que no soportan lo efímero del sobrevivir. Los malditos viven cada noche y cada noche vuelven a morir. Los malditos no creen, no confían, no son sinceros, y mucho menos consigo mismos, pues duele demasiado. Los malditos se arriesgan pero nunca ganan; los malditos piensan y deducen pero nunca concluyen; los malditos piensan sobre sus vidas una media de cinco veces al día, y todo cuanto comen son sus propias cabezas. Los malditos son exiliados de sí mismos, los malditos son los abandonados en los círculos del infierno.

Los malditos creen que la divina comedia es la senda de perdedores esteparios escribiendo en cartas sus penas en un ejercicio de metamorfosis sobre papeles de agua. Los malditos son los que creen a Zaratrusta y han visto morir a los dioses, los malditos son los que se han vaciado por dentro para no tener que soportar el dolor que se les causa desde fuera.

Los malditos, se revelan a contra corriente y sufren pues en sus ojos se lloran las penas ocasionadas por poderes invisibles que mueven los hilos, se tienen como propios enemigos, verdugos y asesinos. Los malditos son los suicidas de Hesse, los perdedores de Bukowski.. malditas aquellas personas sin futuro, ancladas a un pasado que plasman en el presente a través de sus obras. Malditas las personas sin tiempo, pero que ven la belleza que ocupa el espacio vacío.

Los malditos, se juntan sin que los críe Dios, beben hasta olvidar su nombre, se enamoran como los idiotas de Nietzsche, y se llaman mutuamente sin nombre en susurros de gélida empatía. Los malditos se aman a morir y a matar.

Y hoy, sobreviven, y lo hacen juntos, cogidos de la mano, y esgrimiendo un halo de esperanza irreconocible en ellos, y besándose el alma mientras se desangran las emociones desnudas, y no dejan de hacerlo, y joder, que no paren.

Hans.

sábado, 10 de diciembre de 2016

De su parte

Un ojo sigue al otro,
ambos se cierran
y su mente
vuela
con Morfeo
en un mundo que,
como el que deja,
es todo suyo.

Una respiración
que se acompasa,
una inspiración prolongada
que abre una espiración
tranquila,

Sus brazos me rodean,
y el mundo está conmigo.

Sus labios me hablan a mí,
y el mundo es bueno.

Sus sonrisas son mías,
y las puertas se abren
sin necesidad de ventanas.

Sus ojos me miran,
y la luz gana.

Sus palabras son buenas,
y la sociedad se desvanece.

Sus gestos son honestos,
y mis enemigos desaparecen.

Su lápiz crea arte,
y mi sangre se cree poesía.

Sus manos hacen música,
y las mías creen que saben dar caricias.

Su mirada me guía,
y yo estoy convencido de conocer mi destino.

La verdad es que sin ella,
mis manos tiemblan
y no saben estar desarmadas,
mi destino es equivocado sin importar direcciones,
mi tinta no hace más que el ridículo,
mis enemigos son incontables,
y la sociedad no es más que el enemigo
con el odio por estandarte.

Por suerte,
estoy de su parte.

Ateo del perdón

No quiero pensar, los párpados cerrados transparentan miradas cuyos ojos diluvian sobre unas vestiduras ajadas que camuflan un delito ...