Un día te levantas,
calmado,
estoico,
flemático,
y sólo piensas en que pierdes el tiempo.
Sólo piensas, ni respiras.
Te paras y miras,
a tu alrededor,
y al tuyo,
y al tuyo también,
y gritas basta.
Gritas sin voz ni llanto,
gritas sin aliento.
Qué poco pensamos en los otros
y demasiado en nosotros mismos.
Y joder, qué triste,
joder,
qué pena.
Pero bueno,
y malo también,
recoges tus ideas,
siembras ego,
y la cosecha es una sentencia.
Ese mismo día,
das un portazo emocional,
o tiras la primera piedra,
y enseñas la mano,
dedo corazón levantado
y piensas:
''Ojalá me leyeras los labios, para poder decirte
alto y claro,
que te jodan.''
No hay comentarios:
Publicar un comentario