Un día más tumbado en el césped viendo el cielo estrellado, una noche más absorto, como si mi ser estuviera en un mundo propio. Mirada perdida y gesto de parálisis.
Los fuegos aritificiales sirven de ejemplo para describir momentos, personas, etapas de nuestra vida, no todas, pero si muchas.
Todo comienza con un destello, un fogonazo y un instante que no se olvida y que se espera con gran espectación, el momento del comienzo de algo grande.
Algo que al llegar arriba explotará, alcanzara su máxima expresión y hará tanto ruido y tendrá tanta repercusion que todos sabrán de el.
Cuando cesa el ruido el momento se apaga, los destellos caen y terminan extinguidos, parece haber acabado el momento, extinguido, finalizado, olvidado.
Pero, ¿y la niebla que deja un fuego artificial? La marca del momento que esa ya no se va, esa ya queda en un momento vivido. Esa es la huella de los fuegos artificiales. Así, los fuegos de la vida, son esperados, son disfrutados, se apagan y extinguen pero dejan marca.
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