- ¿Por qué lo has hecho?
- Ya no marcaba el norte, estaba estropeada, por eso la he roto.
- Si marcaba el norte, que la he usado yo, estaba bien.
- Pues la he roto porque me he perdido, porque no encuentro mi norte y no quiero ayuda de brújulas, pues mi verdadera brújula ha dejado de guiarme.
- Y ahora qué, que piensas hacer, ¿dejarte llevar por el viento? ¿Arrastrarte por el mar y su corriente?
- Abandonarme a mi mismo una vez más, romperme un poco más, ir a mi rincón y olvidarme de todo. Soñar pesadillas, pues en mi altar de los detalles es lo único que puedo hacer.
- No te creo, no me dicen eso tus ojos, ahí no veo abandono.
- En mi mirada viven mis demonios, ellos te engañan. Me voy, he perdido el norte, así que iré al sur, al suroeste, o en una nueva dirección.
Tras ocultarse de sus demonios, alejarse de todos y todo para no hacer ni recibir daño. Tras abandonarse a sí mismo necesitaba a esa persona que le rompía los esquemas y sus brújulas. Esa persona capaz de enseñarle cómo continuar tras perderse a sí mismo. Esa persona que marca sus días de vida. La que le hace recuperar el norte, la que al alejarse, hace que muera por dentro.
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