Vivo en la habitación del silencio.
Un espacio
vacío
cuyo oxígeno se mezcla
con el humo
de unos cigarrillos tristes
que saben peor que nunca.
Aquí,
sólo se escucha música
de fondo que reza
a retóricas muertas
del querer.
Los sonidos
se disipan como una
bocanada etílica
con sabor a whiskey irlandés.
En este espacio
no hay tiempo,
como tampoco hay luz...
todo cuanto alcanza mi vista
es una persiana medio cerrada,
una cama desecha
donde ya no se duerme
y alguna ropa usada por el suelo.
Vivo en un lugar
de recuerdos
de todos los sitios donde he estado
un y otra
y otra
y otra vez.
En una hipnosis sin retorno
donde miro en el espejo
unos ojos envasados al vacío
que han cascarillado sus cuencas.
Esta vida no es para mí,
pienso sentado en la ducha,
mientras me calo hasta los huesos,
cargando mi arma favorita,
para volver
a la habitación del silencio.
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