sábado, 30 de noviembre de 2013

A la tercera bala perdida

Despertar en una vorágine de incertidumbre, en una marabunta de alboroto. Ya no hay café, ya no queda cerveza y ni la esperanza lima las asperezas.
Solo quedamos yo y mi cabeza, total, no hay quién me entienda.

Los pensamientos pesan, las preguntas apedrean, ¿y de las respuestas? Respuestas ya no quedan. Pero me queda una bala, una pregunta sin respuesta, por si alguien quiere responderla.

¿Por qué levantarse y resistirse? ¿Por qué luchar? ¿Por la libertad? ¿Por la verdad? ¿Tal vez por la paz?
¿Acaso crees que se puede luchar por algo más además de por nuestra propia supervivencia?

Ilusiones, desvaríos de la percepción. Respuestas a una vida sin sentido y objetivo. Poco más reales que un sueño, del qué no se sabe si acabas de despertar, o del que te levantas y sufres de su irrealidad.

¿Qué es la felicidad? ¿Disparar al aire sin llegar nunca a acertar? ¿Buscar una respuesta que nunca llegará? ¿Apoyarte en idiotas ignorantes que sólo saben festejar el éxito propio y mofarse de la desgracia ajena?

Quizá sea encontrar un norte, un soporte, una brújula que marque el rumbo y que sea el destino.
Y oye, tú que puedes, lucha por ese objetivo.

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