Érase una mano izquierda
diestra
en sus medidas
adicta de caricias,
dedos finos
caligrafía cursiva.
Una mano izquierda
firme,
libre de pecados,
impulsiva.
Una mano izquierda
cuyo índice era la brújula,
destino-guía
antaño ya,
que se entrecruzaba con la mía.
Con el tiempo
la mano izquierda se retorcía
poseída
ya no era la misma,
estaba en locura desmedida.
Y como todo crimen
habido y por haber.
En enajenación transitoria
sin premeditación,
actuó,
con la mano izquierda
me hizo llorar
no de alegría.
Aún está la marca en mi mejilla.
Con la mano izquierda
mostraste tu supremacía.
Esa fue tu despedida
tu última firma.
Y gracias, tu mano izquierda
me enseñó
lo violenta que puede llegar a ser una caricia.
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