Me gustaría
creer,
que la vida no es camino funesto,
que lo justo es consenso
y no exceso,
que lo bueno es hábito,
no algo extraño,
que lo humano fuera menos humano
y más humanitario.
Me gustaría
discernir
entre el caos de incertidumbres
que conforman
una vida,
y encontrar esa luz al final del túnel
de la existencia
que hace las veces de refugio,
escudo
y promesa de vida eterna.
Me gustaría
no pensar,
que al final
lo fútil de nuestro andar
es de las pocas cosas
que se quedan.
Me gustaría
encontrar un sentido trascendental
en el contenido
de estas formas sin figura.
Hablo de estas letras
que resultan clavos
que atormentan
los recovecos de una mente
que ha aprendido a vivir
en base a la sospecha.
A quién voy a engañar,
no es necesario
bailar con las estrellas
hacer metáforas
sin rumbo
en el mar de una vida abierta,
cuando lo tangible
contiene la riqueza
del abanico de posibilidades
de las cosas concretas.
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