únicamente hallar cobijo
en la cordillera
por la que se trepa una cadera
en dirección correcta,
pero sin sentido.
Te quiero,
susurro casi sin oxígeno
a tu oído,
con la voz afónica
de tanto ruido en los míos.
Miro
a través de tus pupilas
y la gama emocional de mi interior
no puede contenerse
en un abanico.
Ahora mi mundo
contenido en mis delirios,
impulsado por el pulsátil ritmo
marcado en tus latidos.
Miro mientras todos duermen,
en lucha con estas vendas,
te pregunto:
¿puedes verme?
Despierto
mediante movimientos persitálticos
al vomitar el mundo
con la mirada
desde dentro.
Escucho atentamente
la mayor diversidad
de discursos
cuando entremedia camaderia
y complicidad.
De la que empuja los labios
y enfurece el corazón,
cuando la audición
recibe discursos que profesan
libertad,
hacen alarde de la individual,
pensando que están fuera,
pero son los más esclavos.
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